El lenguaje es una poderosísima herramienta que nos permite no solo expresar ideas, sentimientos o transmitir una cantidad infinita de mensajes. A través de él adquirimos nuestro conocimiento del mundo, lo procesamos, simbolizamos y exteriorizamos.
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Por eso, el adiestramiento en el correcto uso del lenguaje para las actividades académicas realizadas en Educación Superior, sea técnica, tecnológica o profesional, no es una tarea que deba verse trivial o de relleno, sino como la base de cualquier proceso de aprendizaje en las diversas áreas del conocimiento. En este sentido, leer, escribir, hablar y escuchar son destrezas que está obligado a desarrollar todo estudiante de Educación Superior si desea tener éxito en su formación, ya que estas son las habilidades comunicativas básicas que ponemos en práctica en nuestro paso por este nivel educativo y en nuestro ejercicio laboral.
En primer lugar, nos encontramos con la lectura y la escritura, las cuales, sin duda alguna, son las dos actividades más elementales e importantes que debe realizar toda persona si pretende convertirse en profesional. Es imposible pensar en un estudiante de una carrera técnica o universitaria que no sepa leer y escribir, al menos en el nivel requerido, pues aprender el conocimiento y presentar trabajos a los docentes necesita de ello.
Por consiguiente, la escritura y la lectura, como procesos de codificación y descodificación de información, respectivamente (entendiéndolas en su acepción simple), se convierten en los principales hilos conductores del conocimiento.
De igual manera, expresarse oralmente y escuchar son capacidades muy valiosas en el proceso académico. Solo bastaría con asistir a un debate o una exposición oral en una clase para comprender la importancia que tiene saber expresarse en público, algo que, lastimosamente, suele dejar mal vistos a los estudiantes en muchas ocasiones.
La escucha, por su parte, que pareciera ser algo simple y sencillo, no siempre lo es, y aunque no nos la enseñen a desarrollar en la escuela con un manual o libro de texto, tenemos que aprenderla de manera autónoma y con nuestra experiencia como sujetos comunicativos.
En definitiva, no se trata de desarrollar dichas habilidades en el mismo nivel que lo hacíamos en la escuela. La Educación Superior, y de ahí su adjetivo: superior, requiere personas capaces de interactuar y comunicarse eficaz y pertinentemente en escenarios más complejos y variados. Así pues, el perfeccionamiento de estas destrezas tendrá una repercusión no solo en el mismo proceso de formación, sino también en el ejercicio profesional.
Imaginemos a un administrador de empresas que no sepa redactar un informe y expresarse oralmente para presentar una propuesta de negocio; o un abogado que no sepa alegar y redactar demandas; o una secretaria que no sepa redactar cartas y correos electrónicos; o un diseñador gráfico y publicista que no tenga la menor idea de redacción y ortografía. Es obvia, entonces, la necesidad de adquirir y desarrollar competencias comunicativas en la Educación Superior.