Acercamiento al alumno: El proceso de aprendizaje.

El proceso de aprendizaje

Mediante este trabajo se ha pretendido demostrar la realidad de lo que requiere el estudio musical, y a la vez formular un planteamiento que nos permita explorar su riqueza. Esta lógica no impide que cada individuo sigue caminos distintos. Por eso no debemos obviar lo que es la enseñanza de la viola o violín ya desde el primer contacto, con niños: este equilibrio corporal e instrumental también se da en ellos como en los adultos, pero obviamente no puede tener el mismo enfoque. Requiere una reflexión el transponer esta concepción equilibrada del estudio musical, en concreto de la viola y violín a alumnos de corta edad que parten de cero en el instrumento.

¿En cuantas ocasiones hemos visto como alumnos se entristecen progresivamente en años, en lugar de ver florecer su trabajo? En vez de procurar medios idóneos que liberan la acción y entusiasman al niño, ciertas actitudes pedagógicas hacen aborrecer no sólo la viola, sino la música en general. Por tanto, es indispensable ofrecer una enseñanza basada en principios sanos y definitivos.

El primer elemento a constatar es la motivación, condiciones y predisposición del alumno. En las relaciones que unen a maestro y alumno no hay resultado posible si no existe un deseo profundo por el instrumento. Es importante que el alumno esté interesado, ya que si su predisposición no es buena, se podrían agravar sus bloqueos en lugar de ayudarle.

Es también esencial que exista un gusto por el sonido. Muchos niños mal adaptados a el instrumento lo deben tanto a cierta ineptitud o carencia de motivación fundamental como a un profesor poco competente, o la falta de estudio. Sólo desde la garantía de participación plena del alumno podemos iniciar su acercamiento a la viola. Antes de esbozar la menor técnica instrumental, es necesario hacer amar la música. Un profesor feliz tocando y escuchando, contento de su misión pedagógica, con auténtica vocación por la música y que sepa expresarlo a través de su quehacer, llevará al alumno al mismo terreno y contagiará su pasión. El aprendizaje deberá transmitir al alumno la sensación de hacer música antes incluso que tocar el violín. Si ante el alumno la misión del maestro es facilitar un clima de confianza que permita los progresos, el pupilo debe disponer de suficiente interés, y amor que debe ser trasmitido por el profesor.

La viola o el violín sólo representan una de las múltiples formas en que la música se da. Desarrollar su gusto por los sonidos forma parte de un proyecto pedagógico a largo plazo. También cantar es una forma de compromiso a esta aproximación: sacar su propia voz, afinarla, y empezar a definir lo que será su personalidad musical, y posteriormente en la viola. El niño aprenderá a cantar cualquier música, desde el Renacimiento hasta música pop, abriéndose a un universo musical libre de estancamientos artificiales. El canto practicado por placer permite, más adelante y sin dificultades, introducir la notación musical. Placer y esfuerzo no son incompatibles como no lo son creatividad y trabajo ordenado.

Lo que importa es mantener al alumno con motivaciones constantes para que no se sumerja en una actitud pasiva. Ahora bien, no es más difícil aprender bien que aprender mal, al contrario, basta con presentar esquemas claros y sencillos, atractivos modelos visuales y sonoros para que el niño acepte sin problemas lo que se le sugiere. Es importante procurarles desde el principio una buena base en su búsqueda corporal y mental, estabilizar su equilibrio para evitar que años más tarde haya que corregir una posición defectuosa al tocar, y así pueda canalizar toda su energía hacia la música y adquirir una técnica instrumental eficaz.

Se procederá entonces con su preparación corporal, una búsqueda de su equilibrio; como si de aprender las primeras posiciones de danza se tratase. Es la búsqueda de la naturalidad del movimiento fomentando la relajación del alumno. Para ello, el pequeño violinista se convertirá en “pequeño mimo”, capaz de realizar sin instrumento los gestos correspondientes a la colocación exacta del cuerpo y a los movimientos requeridos. Después podrá más fácilmente integrar el violín o viola y el arco. Será el momento de aprender los gestos básicos de la conducción del arco y mano izquierda. Para ello podemos usar divertidos ejercicios en los que no es necesario que toque, sino que podemos hacer que dibuje el recorrido del arco en las cuerdas, o enseñarle las posiciones básicas de la mano izquierda usando el instrumento a modo de mandolina, sirviéndonos del pizzicato. Durante estas sencillas operaciones permanecerá sensible a las simetrías del cuerpo. Cuando aparezca el sonido, el niño estará en disposición de escuchar de verdad el modelo sonoro que le propone el profesor.

Pero el profesor no debe olvidar en ningún momento que los ejercicios de estructuración técnica y el estudio de obras no lo es todo. El niño debe primeramente desarrollar su creatividad, y para ello la improvisación es una forma ideal de prevenir la inhibición y lograr una mayor naturalización al instrumento. Una vez adquirido cierto nivel, el alumno estará en condiciones de confeccionar pequeñas cadencias, tocar en el instrumento canciones que le gustan o incluso experimentar con ruidos. Esto depende mucho del gusto y del carácter de niño; y nos lleva a la conclusión de que es fundamental dar crédito al gusto musical del alumno, ya que en múltiples ocasiones desanimamos a jóvenes talentos mandándoles estudiar obras pasadas de moda, que no tienen valor musical y que incluso un adulto no querría estudiar. Es mejor dar con una obra lo bastante sencilla para que el alumno no se sienta desbordado y encuentre placer tocándola pero que tenga dificultades nuevas que le estimulen y le mantengan vigilante. Es importante que el contenido no sea demasiado difícil, o que se prepare de manera precipitada, ya que esto puede generar una pérdida de confianza.

Temas