Según los contenidos a tratar y los intereses del alumno, así como de la edad y el nivel de implicación que éste desee desarrollar, me gusta enseñar la filosofía o cualquier otra área de conocimiento adaptandome a cada persona, tratando de tocar su imaginación antes que su racionalidad, tratando de transmitir conceptos abstractos a partir de situaciones de la vida cotidiana o de la experiencia que cada uno tiene con su entorno. Éste es precisamente el camino que siguen los grandes pensadores para forjar sus conceptos (aunque muchas veces esto se olvida) y considero que es el propicio también para enseñarlos. Así, me gusta mucho hacer preguntas básicas y generales que me indiquen los intereses de mis estudiantes, como, por ejemplo, qué desean estudiar a nivel universitario, etc. Esto me permite encontrar un terreno donde comenzar a construir un interés por la filosofía, hablandole de problemas de filosofía de las matemáticas o de la física (como la existencia del número, por ejemplo) a quienes desean tomar el camino de una carrera de la llamada ruta STEM o contandole datos interesantes que podrian despertar su interés, como que el proyecto del acelerador de hadrones en Suiza cuenta con la participación de filósofos que ayudan en tareas e 'Ingenieria Conceptual', por ejemplo. Así, es posible de entrada derribar tabús y preconcepciones sobre la práctica filosófica, que en Colombia desgraciadamente generalmente se asocia a lo inútil pero que en realidad se encuentra en la base de todos nuestros saberes.