El día que Elizabeth lloró por una calificación: reflexión sobre procesos de acompañamiento

Elizabeth fue una estudiante que tuve en cierto grado del colegio. Era una estudiante apática, interesada, sobre todo, en lucir bella e inalcanzable. Su rendimiento, según me contaba, siempre había sido regular. Podría decirse pésimo. Matemáticas no era su fuerte, y a decir verdad, ninguna asignatura parecía su fuerte. Cuando yo estaba recién llegado en el colegio, veía a Elizabeth como una niña desinteresada y siempre fuera de sintonía en la clase. Esas actitudes se reflejaban en sus notas, siempre básicas y nunca altas, porque según ella, simplemente la matemática no era lo suyo.

Así pasaba el tiempo, Elizabeth con su espejo y su rubor. Yo hacía como si no me importara. Daba la clase a los demás, y mi actitud con ella era indiferente. O al menos eso les hacía creer. En realidad estaba siempre muy pendiente de ella, sus gestos, reacciones e intereses. En ciertas ocasiones durante la clase yo notaba que Elizabeth miraba con curiosidad por unos segundos a la explicación del tema, y me di cuenta de que esas miradas sucedían cuando yo hacía preguntas de indagación. No esas típicas preguntas de completar la frase del profesor. Más bien, esas en donde los estudiantes deben buscar dentro de sus experiencias y conocimientos previos las respuestas, que usualmente no están tan visibles en la mente.

La importancia de las clases de apoyo escolar para los alumnos
Las clases de apoyo escolar nacen de la necesidad de aumentar el éxito en los alumnos durante todo su recorrido por las aulas has...

Con esto en mente, empecé a hacer más preguntas, usualmente dirigidas a toda la clase. A veces, las dirigía a algún estudiante en específico y otras veces, las dirigía a Elizabeth. Al principio parecía como si le hubiese preguntado por la densidad de la luna de los Na'Vi, pero poco a poco fue dejando el espejo y la indiferencia para concentrarse en la clase y así responder las preguntas correctamente. Así fue transcurriendo el año escolar, entre notas básicas para Elizabeth. Pero esas notas diferían de la persona que se estaba formando. Sus actitudes reflejaban interés, ahora ella era la que hacía las preguntas en clase. De vez en cuando me buscaba porque no le había quedado claro algún ejercicio. Un día me dijo

"Profe, ¿cierto que usted el otro año va a seguir?, es que yo a usted si le entiendo las clases"

Eso me alegró, sentí felicidad, no por el alago (aunque no cayó nada mal), sino por ella, por su proceso formativo.

Al final del año escolar se hizo la evaluación final de matemáticas. Elizabeth se notaba tranquila. Pude ver que estaba llevando a cabo un proceso de pensamiento de verdad. Al final de la evaluación me buscó y me dijo que le ayudara con la nota, que ella se había esforzado y no quería perder el examen. Yo solo le dije "Ahí vemos". Cuando califiqué el examen de ella, me llené de una felicidad y gratificación inmensa. Era de las mejores notas del grupo. Nadie lo veía venir, creo que solo ella y yo. Cuando le entregué su calificación, la miró y solo expresó con ojos cristalinos por las lágrimas a punto de salir "¡¿Es en serio profe, de verdad me saqué esto?!". Lloró, feliz. Me sentí orgulloso de ella, y sé que ella también de sí misma.

¿Cómo saber si mi hijo necesita clases de refuerzo escolar?
Muchas veces nos cuesta identificar los comportamientos o patrones que nos indican si nuestros hijos necesitan clases de refuerzo...

Ahora Elizabeth es una estudiante, que seguramente las matemáticas aún no son lo suyo, y que perdura su maquillaje en su rostro, pero que conoce sus capacidades y las aprovecha para alcanzar niveles increíbles de pensamiento y creatividad en todos los aspectos.