El trabajo del antropólogo en primera persona

En el 2015 me encontraba cursando el bachillerato con orientación en ciencias sociales de la Escuela Normal, ubicada en General Pico, provincia de La Pampa (Argentina). Ya en el primer día de clase de 5to año tenía en mis manos la cantidad de materias y el horario de las mismas. El año anterior me había encontrado con la grata sorpresa de toparme con una peculiar materia llamada “sociología”. Por lo tanto, intuía de antemano que el ciclo lectivo entrante no sería la excepción en cuanto a la presencia de materias con nombres extraños. Así fue que me topé por primera vez con la palabra “antropología”. Dos años después, finalicé mis estudios secundarios y decidí mudarme a la ciudad de Córdoba (en donde actualmente sigo viviendo) para emprender mi primera experiencia como estudiante universitario. ¿Qué carrera imaginas que empecé a estudiar? ¡Sí, imaginás bien!. La licenciatura en Antropología de la Facultad de Filosofía y Humanidades (FFyH) en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC).

Quizás te preguntes ¿Por qué decidí estudiar antropología? Mis primeros recuerdos de aquella primera aproximación a la materia en el secundario, recordaban la experiencia de un hombre que había viajado a una isla muy lejos de su casa, para vivir y aprender de la cultura de las personas que la habitaban. Me sorprendía lo que ese señor hacía con los denominados “nativos”: andaba en canoas por los mares, caminaba por los huertos, entre otras actividades. Me seducía la posibilidad de que una persona se trasladará a un lugar, a primera vista desconocido, con la intención de compartir gran parte de su tiempo con otros seres humanos para conocer su modo de entender la vida. Esta atracción se vinculaba con mi propia experiencia, más precisamente, con aquello que observaba diariamente: la escasez de empatía, o en otras palabras, la poca predisposición para tratar de “ponerse en los zapatos del otro”.

Ahora deseo revelar la identidad del hombre enigmático que mencioné anteriormente. Bronislaw Malinowski es su nombre y apellido. Fue un reconocido antropólogo de fines del siglo XIX y principios del XX, siendo uno de los pioneros en practicar la observación participante durante el trabajo de campo. Quizás está sea el principal modo de producir conocimiento antropológico. Si analizamos la composición de la construcción “observación participante” vemos que la misma combina dos acciones: observar y participar. De acuerdo con la antropóloga argentina Rosana Guber (2001), el término “participar” refiere a "desempeñarse como lo hacen los nativos", de aprender a realizar ciertas actividades y a comportarse como un miembro de la comunidad”. Mientras que “observar implicaría ubicar al investigador fuera de la sociedad, de forma tal que pudiera realizar su descripción con un registro detallado de cuanto ve y escucha” (p.53). Esto mismo realizó Malinowski durante su estancia de campo en las Islas Trobriand, ubicada en la actual Papúa Nueva Guinea. Producto de esta experiencia escribió varios libros, entre los cuales se destaca “Los Argonautas del Pacífico Occidental” (1922). En él expresó la importancia de “vivir entre los indígenas” (p.3), así como también, la relevancia de saber el pidgin–English, lengua nativa de los trobriandeses. Para este autor, estas condiciones de campo posibilitaron lograr “la comprensión de la mentalidad y el verdadero comportamiento del índigena” (p.3).

Es interesante preguntarse cómo se realizan actualmente los trabajos de campo en relación con aquellas primeras experiencias de antropólogos como Malinowski. Diría que hay una continuidad combinada con algunos cambios respecto a la producción de conocimiento antropológico. Y en este punto, deseo compartirles mi propia experiencia en investigación. Actualmente, me encuentro realizando el Trabajo Final de Licenciatura en Antropología, materia última que, una vez aprobada, me permite obtener el título de “antropólogo”. Para realizar el mismo, he elegido el siguiente tema de estudio: la movilidad urbana de los estudiantes de la UNC con baja visión. Tal es así que una de las recurrentes tareas que realice durante el trabajo de campo es acompañar a estos estudiantes en las movilidades que realizan para llegar hasta sus respectivas facultades. Este “acompañar”, según la antropóloga Julieta Quirós, “consiste en acompañar fragmentos de vida social. Lo que equivale a decir que acompañamos gente haciendo cosas, por lo general cosas de su vida más ordinaria o cotidiana” (p.10). De esta manera, no resido con ellos como lo hacía Malinowski en las Islas Trobriand; pero sí abordó con su compañía los colectivos del Transporte Urbano Público que utilizan cotidianamente, o caminamos hasta llegar a la casa de estudios donde cursan. Mientras nos movemos, vamos conversando sobre temas que a ellos le preocupan o que me interesan como investigador: cursado y evaluación de materias, (in)accesibilidad del espacio universitario, modos de desplazarse en el espacio urbano cordobés, sus consideraciones acerca de la ciudad de Córdoba, entre otras cuestiones.

Espero que esta presentación en primera persona les haya gustado y motivado a navegar conmigo por las hermosas y picadas aguas de la antropología. Mi deseo es poder poner en debate, en construcción, conceptos y aprendizajes de las Ciencias Sociales (Historia, Sociología y/o Geografía), en general, y de la Antropología, en particular.

¡¡No dudes en comunicarte conmigo por mensaje privado!!

¡¡Los espero…!!

Abrazo grande

Emilio

Bibliografía:

Guber, Roxana (2001). “Cap. 3. La observación participante”. En La etnografía, método, campo y reflexividad. Ed. Norma: Argentina.

Malinowski, Bronislaw. 1973. Introducción. En Los argonautas del pacífico occidental. Barcelona: Península

Quirós, Julieta. 2021. ¿Para qué sirve unx antropólogx? La intervención antropológica y sus relaciones con la investigación. 1ª ed. Colección Antropología un viaje de ida. Universidad Nacional de Córdoba. Facultad de Filosofía y Humanidades.